POSADAS. El inusitado desarrollo alcanzado por la ciudad de Encarnación, Paraguay, tanto en materia de edificaciones como en el comercio y en la prestación de servicios, en lugar de alentar restricciones y malestar desde Posadas, debería constituirse en una referencia para ensayar acciones comunes que beneficien a la región.

En la zona siempre se supo que la idea primigenia del Mercosur, concebida a mediados de los 80, era apuntar a las capitales y a los centros económicos de los países integrantes, pero que difícilmente tendría correlato en las fronteras vivas entre los mismos Estados.

A partir de esa concepción, la problemática doméstica siempre encontró soluciones desde el pragmatismo de las autoridades, no así las cuestiones macro que a pesar del tiempo transcurrido perduran y van mutando de la mano de los vaivenes políticos, económicos y sociales de los vecinos.

En ese contexto se pudo apreciar que en periodos determinados los resultados favorecieron más a unos que a otros, en un proceso alternativo que además es cíclico, de acuerdo con la experiencia histórica que envuelve el trato en la frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil.

El intercambio fronterizo fue dejando enseñanzas, como las que surgieron a principios de los 70 entre Ciudad del Este, Paraguay, y Foz de Iguazú, Brasil, en la Triple Frontera que también incluye a Puerto Iguazú, Argentina, que consolidó el crecimiento de la ciudad paraguaya.

Con más años, Foz mantuvo su nivel de desarrollo sustentado en políticas de frontera fuertes, pero Puerto Iguazú se sumió en el atraso, en comparación con los vecinos.

El mismo fenómeno ya alcanzó perfiles propios entre Encarnación y Posadas, pero mientras persiste el debate acerca de las condiciones vigentes en uno y otro lado de la frontera, en la ciudad paraguaya nadie se detiene a mirar hacia atrás, sino que todos parecen dispuestos a sacar el mayor provecho del presente.

A pesar del tiempo transcurrido desde que las diferencias favorecen a Paraguay, en Posadas todos los esfuerzos están orientados a pensar en cómo frenar el paso de miles y miles de argentinos hacia el país vecino en busca de una mayor rentabilidad de sus magros ingresos.

Que mayores controles en la cabecera argentina; maniobras para provocar demoras; restricciones horarias, todo vale con el objetivo de evitar el escurrimiento de dinero y favorecer a los sectores más perjudicados por las llamadas asimetrías, con planteos autoritarios, amañados y desactualizados en las políticas de integración.

Recientemente, autoridades de Argentina y de Paraguay comenzaron una serie de reuniones que intentan quebrar la burocracia de un lado, y mejorar el intercambio, del otro. Es probable que las ideas prosperen, pero es seguro que cualquier decisión deberá transitar por las Cancillerías.

Mientras tanto, algún órgano de gobierno; entidad social, empresaria o comercial, debería empezar a pensar en cómo complementar el crecimiento de los vecinos con las ofertas que pudieran surgir desde Posadas, a fin de que el esfuerzo derrame sus beneficios en ambas orillas del río Paraná. Lo contrario serían mantener el pensamiento pequeño del “me toca a mí; no me interesa el de al lado”.

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