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De “Presidente amigo” a la “gobernabilidad paga”, acuerdos poco convenientes para los misioneros
Los vínculos entre los sucesivos gobiernos provinciales con los presidentes, desde el regreso de la democracia en 1983 a la actualidad, resultaron más provechosos y convenientes para los protagonistas en Buenos Aires que para los intereses de los misioneros.
Si bien antes también hubo coqueteos, los compromisos más conocidos surgieron tras la reinstauración de la democracia, por ejemplo, entre el presidente Raúl Alfonsín y el gobernador Ricardo Barrios Arrechea, cuando el radicalismo arrasó al peronismo en las urnas.
Por aquél entonces, la frase que sintetizó el maridaje Provincia-Nación fue: “un Presidente amigo de Misiones”, que hacía referencia a la férrea relación entre Cacho y Raúl, aunque la grandilocuencia de la definición no llegó a traducirse en acciones de relevancia para los misioneros.
Es más, el mandatario provincial desaprovechó la oportunidad de ingresar en la historia como el primero en finalizar un mandato, ya que meses antes abandonó el cargo para sumarse al gabinete de Alfonsín como ministro de Desarrollo Social, demostrando que se trataba de una amistad personal antes que un compromiso institucional.
Después fue el turno del peronista Julio Humada, quien tuvo que compartir dos años de gobierno con el radicalismo y otros dos con Carlos Menem. Con éste, a pesar de pertenecer al mismo signo político, el misionero mantuvo cierta distancia desde que confrontaron en las internas nacionales de 1988.
Entre 1987 y 1991 se dice que los vínculos entre Misiones y la Nación transitaron por vías de respeto, tolerancia, pero sin reciprocidades, excepto las que derivaron de la crisis social y económica que anticipó la partida de Alfonsín del poder y el arribo de Menem.
A diferencia de Humada, a partir de 1991, el peronista Ramón Puerta inauguró un idilio con Carlos Menem, por entonces artífice de la contención de una inflación galopante mediante la dolarización de la economía. El acompañamiento a ultranza se tradujo en las privatizaciones de empresas provinciales, en sintonía con la política nacional.
Por aquel entonces, el Presidente había bautizado al apostoleño como “el mejor alumno del modelo” que él había impuesto.
Con el triunfo de la Alianza en 1999, Fernando de la Rúa llegó a la Presidencia de la Nación y Carlos Rovira se hizo cargo de la gobernación de Misiones apoyando a Eduardo Duhalde. Durante los dos años que duró el mandato presidencial, debido a una profunda crisis, la relación Provincia-Nación fue formal, sin sobresaltos.
Tras el alejamiento de De la Rúa, y con los mecanismos constitucionales en marcha hubo una sucesión de designaciones presidenciales, hasta que la responsabilidad recayó en Duhalde que convocó a elecciones en 2003, ocasión en Menem y Néstor Kirchner accedieron al balotaje.
En Misiones, Puerta se alineó con el riojano y Rovira hizo lo propio con el santacruceño, quien se quedó con el cargo por defección de su contrincante. En este panorama, el gobernador misionero tuvo una activa relación con la Nación y se alejó del peronismo para conformar la Renovación.
Varios dirigentes del peronismo local llevaron sus quejas al presidente Kirchner por su cercanía con Rovira, a lo que aquél habría respondido reiteradamente: “Gánenle a Rovira y después hablamos”, según el anecdotario.
Con Cristina Fernández el vínculo no fue el mejor, pero el arribo a la gobernación de Maurice Closs sirvió para atenuar las diferencias de la presidenta con Rovira. Al final, el desembarco de Hugo Passalacqua parece haber encaminado el trato con el macrismo a partir de la reiterada frase: “gobernabilidad con gobernabilidad se paga”.
Por ahora, el trato Provincia-Nación se encuentra encerrado en quitas y ajustes, más que en cesiones o reconocimientos, como desde 1983, Misiones busca un reconocimiento a su aporte al país.
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