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Crece la preferencia de estacionar alrededor del microcentro de Posadas y caminar para no pagar
POSADAS. El nuevo sistema de estacionamiento que rige en Posadas, rápidamente motorizó una serie de cambios en el comportamiento de los automovilistas, como también en los vecindarios de las zonas cercanas al microcentro donde ahora se concentra la mayor cantidad de vehículos.
Es claro que el pago ineludible, la falta de sitios alternativos y el alto costo vigente para aparcar en la zona delimitada por la Municipalidad, son las principales razones que esgrimen las personas que buscan ahorrar al llegar al centro de la ciudad para cumplir obligaciones o realizar trámites ocasionales.
Una estimación simple revela que un empleado de comercio por 48 horas semanales de estacionamiento, debe pagar alrededor de 2.300 pesos mensuales si decide utilizar su vehículo para llegar a su trabajo y estacionarlo en la zona exclusiva. Una suma importante para cualquier presupuesto familiar.
De ahí las nuevas conductas que comenzaron a evidenciarse entre la legión de conductores, como por ejemplo el de optar por sitios más alejados del microcentro para estacionar, con preferencia de vecindarios concurridos y de mediano nivel económico que garantice cierta seguridad.
Otro elemento que se tiene en cuenta en el nuevo raid, es la posibilidad de acceder a la sombra que proporcionan los árboles más frondosos, especialmente en este tiempo de coincidencia entre la instrumentación del nuevo sistema de estacionamiento y el verano, que cada pareciera más caliente. Pero también como prevención ante los temporales.
Una vez cubiertos los requisitos mencionados, la distancia entre el sitio elegido y el destino final del interesado, pasa a ser otro elemento que es tenido en cuenta, ya que si bien hay resignación ante el desafío de una caminata, no se piensa en ésta como preparación de alta competencia, dicen los involucrados.
El avance de esta legión también trajo aparejado algunos cambios en las actitudes de los vecinos permanentes que, hasta hace poco tiempo, contemplaban el vacío de sus calles como un atractivo propicio para el intercambio, sentarse en las veredas o ver pasar los días desde el frente de sus casas. Ahora, se sienten invadidos.
Es probable que no transcurra mucho tiempo, especialmente después del receso que imponen las vacaciones, para que nuevos actores se sumen a este panorama, como los “trapitos” que deberán mudarse; los lavaderos de ocasión para explotar al máximo el negocio o los estacionamientos clandestinos.
En el microcentro de la ciudad, seguramente se reflejará un cierto descongestionamiento del tránsito, pero se mantendrá el tradicional flujo de compradores o de los curiosos que a diario invaden los comercios, bares o restaurantes si se ven obligados a estacionar a determinada distancia. Es probable que no, aunque esto ya sería un acertijo.
Por ahora, hay una inocultable resistencia al nuevo sistema de estacionamiento por las exigencias que trae aparejado como la obligación de contar con teléfono celular con memoria adecuada; disponer de la aplicación necesaria y contratar la hora en negocios cercanos. Y ni hablar de desembolsar 40, 45 o 50 pesos por hora en un estacionamiento privado.
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