NACIONALES
La revelación de Nahir Galarza: “Me encomendé a Dios”
Cuando un sacerdote la visitó en su pequeña celda y le regaló un rosario bendecido, Nahir Galarza sintió que no estaba tan sola. Le agradeció al cura, rezó con él y cuando sus padres la visitaron en la Comisaría de la Menor y la Mujer, en Gualeguaychú, les hizo una revelación mística:
—Me encomendé a Dios.
Marcelo Galarza y Yamina Kroh, sus padres, la abrazon. Lloraron juntos. Luego, su padre la miró a los ojos y le dijo:
—Todo va a salir bien.
—Afuera me tratan como si fuera un monstruo.
—Hija, sabés que no sos un monstruo ni un animal ni una cosa de hielo —trató de calmarla su padre.
—Vos siempre vas a ser nuestra gordita, una nena buena —le dijo su madre mientras le sostenía las manos.
Marcelo Galaraza cerró ese diálogo con una frase que simboliza la creencia a la que se aferran los tres en tiempos en que gran parte de Gualeguaychú los señala con el dedo, les gritan asesinos.
—Hija, estamos en manos de Dios.
Nahir tenía puesto el rosario en las dos únicas audiencias que hasta ahora hubo en el juicio por el crimen de Fernando Pastorizzo, asesinado de dos balazos el 29 de diciembre de 2017, sus padres fueron a los Tribunales a darle apoyo. Estuvieron media hora cada día y salieron por la puerta principal. No pueden ver el desarrollo del juicio porque aún no declararon. Cuando salen, un grupo de personas los despide con el peor de los gritos:
—¡Asesinos¡ ¡Crearon a un monstruo!
En los poco más de cinco meses que lleva detenida, acusada por un delito que tiene una pena máxima de cadena perpetua, Nahir pasó por varios estados de ánimo, según revelan sus allegados. No quería comer, lloraba, se resignaba a pasar la mayor parte de su vida, se sentía culpable por la condena social que reciben sus padres, aunque ellos no apretaron el gatillo, y la atormentaba el arrepentimiento de haber causado la muerte de Fernando.
—Jamás hubiese pensando en matar a nadie.
La atormenta saber que podría recuperar la libertad cuando cumpla los años que ahora tiene su padre: 54. “El llanto en la audiencia no fue de bronca ni un acting. Le vienen imágenes de lo que pasó aquella noche”, dice su abogado José Ostolaza.
Uno de sus mayores refugios, además de la religión, es la lectura. En la celda de cemento de tres por tres metros que ocupa, sin ventana ni televisor, custodiada por policías y con vista a una cámara de seguridad, Nahir aprovecha para estudiar Derecho (pasó primer año con buenas notas) y lee libros que van de la autoayuda al entretenimiento. Una de sus autoras favoritas es Louise Hay. De ella guardó en su memoria esta frase: “Cuando hay un problema grave, no hay algo que hacer, hay algo que saber”.
Nahir también lee a Bernardo Stamateas, Conny Méndez (comenzó a fascinarle la numerología), John Katzenbach y Brian Wess, un psiquiatra que habla de las reencarnaciones y vidas pasadas. Un libro que la marcó es El caballero de la armadura oxidada. También tiene obras sobre la tragedia griega, pero aún no los leyó. En la comisaría no la dejan ver películas (en otros penales los detenidos pueden tener DVD) ni escuchar música. Extraña escuchar a Soda Stereo. Un joven músico de Morón le envió a través de sus padres una canción para respaldarla y una carta que dice: “Dios te bendiga”.
Más allá de que cuando entra y sale de los Tribunales le gritan asesina, recibe cartas y mails de personas que le dan apoyo y se sienten conmovidos por la historia trágica. Le mandaron escritos de España (un joven hasta le envió libros), Inglatera, Colombia, México y Uruguay. De la Argentina recibe cartas y correos electrónicos de Mar del Plata, La Plata, Chaco, Salta, Junín de los Andes y Comodoro Rivadavia. De Gualeguaychú también recibió mensajes de apoyo.
“Nadie de esas personas que le escriben cree lo mal que la describen a ella, la gente no le cree al periodismo. Saben que Nahir no es un diablo, no hace falta disfrazar algo”, dice un allegado a la joven. Tanto Nahir como sus padres afirman que Fernando la humillaba, la golpeaba y le decía palabras hirientes: zorra, trola, desesperada, asco de persona, enferma y depresiva.
La querella y la Fiscalía creen que es al revés: que ella maltrataba a Fernando. Y que lo mató a sangre fría. “Nos tildan de poderosos, de que tenemos impunidad, pero somos una familia sencilla de clase media y en el medio de todo esto quedó una chica de 19 años que nunca tuvo problemas y nunca le faltó al respeto a nadie, ella está destruida en silencio”, le dijo Galarza a un amigo.
Ese amigo dice que Nahir sufrió mucho y que recibió la mejor educación. “Ella sufrió mucho y sus padres le están dando todo el apoyo moral para que pueda estar lo mejor posible, hasta buscaron psicólogos y el diagnóstico no habla de una fría asesina”, dice el hombre.
La madre de la chica se siente devastada. Los días de visita le lleva comida caliente y la debilidad de Nahir: las papas fritas que vienen en lata y tienen sabor a jamón o cheddar. También le lleva obleas, jugos, chocolates Milka y jugos. Además de comida, su madre le lleva las cartas o los mails impresos con el apoyo de la gente que más que verla como una feroz asesina la ve como una chica adolescente que no sabe en qué está metida.
Nahir hace gimnasia y en su entorno niegan que haya entrado una peluquera. “Una presa le arregla el cabello”, dicen. “Hice todo por ella y por ella doy mi vida. Ella es mi reina. Así la tengo agendada en el celular. ‘Mi Reina’. La llevé todos los días a la primaria y a la secundaria y muchas veces a la universidad. La llamaba para controlarla y ella me decía, en broma, que era una pesada. Juzgan sin conocerla, sin saber todo el maltrato que pasó”, suele decir la madre.
“Lo que pasó es horrible, pero ella es una nena buenita, mírenle la cara. La están juzgando como si fuera el chacal de Robledo Puch”, comentó la madre a una vecina. Carlos Eduardo Robledo Puch es el llamado ángel de la muerte que en 1972 mató a once personas por la espalda. No fueron pocos los que relacionaron la belleza de Nahir con la de Robledo; de hecho, él tenía la misma edad cuando fue detenido.
La referencia al caso Robledo Puch también es simbólica: sus padres, Víctor y Aída, fueron amenazados y un grupo de personas pidió que fueran juzgados por “crear a un monstruo”. También les gritaban “asesinos”. Yamina y su marido tienen una certeza. Lo saben sus allegados: —Sabemos que esto va a terminar algún día. En un año, en cinco, en diez o en veinte. Pero va a terminar. Y ahí la tendremos de nuevo con nosotros, como antes. Y volveremos a ser una familia feliz. La vamos a acompañar hasta el fin del mundo y más allá.
Comentarios
comentarios