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De crack del barrio a estar postrado, recibió un balazo en picado por plata
Tiene 16 años y se preparaba para debutar en una liga regional. El disparo de un rival le fracturó la tibia. El chico fue baleado cuando jugaba un partido por plata. (Juan José García)
ROSARIO. SANTA FE. El fútbol se juega por plata en muchos barrios de Rosario. El domingo por la tarde se enfrentaron “Los Rojos” y “Los Chaqueños” en la canchita ubicada en Pujato y Tarragona, un rectángulo de tierra y césped donde los fines de semana se arman torneos “por guita”.
El primero de los equipos está conformado por adolescentes de entre 15 y 17 años. En el segundo hay jóvenes de más de 30. La rivalidad se transformó en “pica” con el correr de los campeonatos y las piernas fuertes dieron paso a la locura: Jeremías, el crack de “Los Rojos”, terminó con un balazo.
“Casi me lo matan por ser habilidoso, porque juega bien a la pelota. Le dispararon para que no juegue más”. Nilda llora mientras le cuenta el violento ataque a Clarín.
Nilda tiene bronca y miedo. Bronca porque un rival al que define como un “descerebrado” dejó postrado en una cama a su hijo. Y miedo porque se siente desprotegida, teme que la denuncia que radicó en la Fiscalía de Rosario traiga represalias. La mujer aportó el nombre y el apodo de la persona que le disparó a Jeremías.
A Jeremías, un adolescente de 16 años que llegó a probarse en Argentinos Juniors, le pusieron un yeso en la pierna derecha y le dieron el alta tras dos días de internación. Tiene una fractura de tibia. Los médicos le avisaron que la recuperación “será larga”.
Cuando Nilda llegó corriendo al hospital el adolescente le contó una verdad a medias. Le dijo que estaban jugando un partido eliminatorio por el torneo, que “se agarraron a piñas”, que uno del equipo rival sacó un arma, que disparó “como un loco” y que una bala le pegó a él.
El relato sufrió modificaciones con el correr de las horas. “Decime la verdad que te voy a proteger”, le prometió Nilda. Y Jeremías entonces le contó que él fue el blanco del ataque, que un jugador rival, un muchacho de unos 30 años, lo encaró, lo insultó y en el medio de los gritos disparó varias veces al aire. Luego, bajó el revolver y le gatilló a las piernas.
A Jeremías lo trasladaron al Hospital de Emergencia Clemente Álvarez, donde quedó internado en observación, pero no lo operaron. El traumatólogo de guardia le dijo que lo mejor era esperar para ver la evolución de la herida. “Está angustiado, con mucha tristeza. El fútbol es su vida. Ahora por un buen tiempo no va a poder jugar”, maldice Nilda.
Cuando lo balearon, Jeremías estaba haciendo la pretemporada en un equipo de la localidad de Alvear, cercana a Rosario. A partir de marzo iba a jugar en una de las tantas ligas santafesinas, donde se paga mejor que en muchos clubes del Ascenso. Y él iba a destinar parte de sus sueldos a la casa. Es que Nilda lo mantiene a él y a sus dos hermanas, de 14 y 12 años.
Los torneos barriales tientan a jóvenes y adultos, sobre todo en épocas de crisis. Los ganadores suelen llevarse una buena suma de dinero. “A Jeremías siempre lo llaman, lo buscan muchos equipos. No me gusta que juegue porque siempre le pegan. La otra vez le dieron una patada en la columna. Nunca imaginé que le iban a dar un tiro”, se sincera la mamá del adolescente.
Nilda tiene un sólo pedido: “Esto se tiene que investigar, tiene que caer el responsable, de lo contrario mi hijo o cualquier otro pibe de su equipo puede terminar en un cajón”.
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