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Una madre persiguió hasta México a la mujer que acosaba a su hija por Internet

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Roxana Domínguez sabe muy bien lo que es el grooming. Lo aprendió cuando empezó a notar cambios de actitud en su hija, que entonces tenía 13 años. Corría el año 2009 y todavía el grooming no era ni una palabra conocida en la Argentina y mucho menos una figura legal.

En la casa de la familia , la computadora estaba en el living. Y la nena navegaba ahí, rodeada de su familia. “A ella la ‘captaron’ a través de juegos de rol virtuales, que se arman a través de Facebook, en grupos cerrados”, cuenta Roxana. Allí, a cada chico que participa se le asigna un rol, sin guión. Este guión, estaba digitado detrás por un adulto, que se encargaba de manipular a sus víctimas. “Es una manipulación. El adulto va manejando hacia dónde quiere llevar el juego”, relata. Y comenzaron a aparecer las primeras señales de alarma. “Notamos cambios de temperamento y en su conducta”, dice. “Pero yo no tenía conocimiento de navegación en Internet. Entonces lo que hice fue sentarme y aprender. Me armé un perfil y jugué el juego. Y busqué al abusador, que recién pude encontrarlo dos años más tarde, en México”, resume Roxana.

“A mi hija la hicieron pelota psicológicamente. La presión y la extorsión que sufría era muy fuerte para ella. Firmaban contratos de almas virtuales. Los chicos son muy vulnerables a estas cosas. Pasaron dos años y la nena seguía en contacto”, cuenta. Es que es muy difícil sacar a los chicos de ese circuito perverso. “Hasta me mudé al campo, a un lugar sin conexión. Pero tampoco servía. Se iba al ciber y se conectaba desde ahí”, explica.

En aquella época, no había adonde recurrir. El acoso por internet de un menor no era un delito que pudiera denunciarse en una comisaría. Aún hoy no se puede ir a cualquier comisaría para denunciar este tipo de delito.

El caso de Roxana fue extremo y afortunadamente terminó bien: “Cuando mi hija intentó suicidarse entendí el poder que tienen sobre nuestros hijos en Internet”, se sincera. Pero eso no fue todo. En otra oportunidad la nena estuvo seis horas desaparecida. “La levantaron a la salida de la escuela y se la llevaron. Estuve seis horas con la policía buscándola, desesperada. Hasta tuve que ir a la morgue a reconocer un cuerpo. Afortunadamente la encontramos, estaba en un departamento. Ahí entendí la conexión de todo esto”.

Y decidió ella también ir hasta el fondo del asunto. Cuando detectó que el abusador en realidad era una mujer y que vivía en México se contactó con gente de allá para que la ayudara. Y se infiltró en el entorno de la abusadora. “Jugué el mismo juego. Ella manipuló a mi hija, yo hice lo mismo con ella. Me inserté en su núcleo familiar. Y cuando finalmente llegó a su casa, estaba yo sentada en su living. La llevé a caminar, le dije quién era y terminó de rodillas pidiendo perdón”, relata sin dar mayores detalles de cómo lo logró.

Su hija hoy tiene 24 años y es estudiante de derecho. Afortunadamente lleva una vida normal, aunque su mamá reconoce que “nunca volvió a ser la misma”.

 

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