INFORMACIÓN GENERAL
Qué hacer cuando un nene no quiere ir al jardín o a la escuela
Cuando los niños que están iniciando la escolarización demuestran no querer ir al colegio, es el momento de indagar, observar y prestar atención.
LICENCIADA PAULA TRIPICHIO. Al ver casos como el de la beba agredida en una guardería de La Plata por su propia maestra, quien debería cuidarla, es coherente que los padres se interroguen y ocupen por el estado psíquico y físico de sus hijos cuando van al jardín.
Desde ya que el primer paso es confiar en la institución educativa que eligieron, a pesar de saber que los dejan al cuidado de personas que apenas conocen. Y es normal que el miedo crezca aún más cuando los niños que están iniciando la escolarización, entre los 3 y 4 años, demuestran no querer ir al colegio: es el momento de indagar, observar y prestar atención.
Es recomendable averiguar cómo es el vínculo del docente con el niño, hablar con otras familias y observar si es algo generalizado. La Lic. Paula Tripicchio, integrante del Departamento Infanto Juvenil de la Fundación INECO, sugiere que una vez que descartamos que no haya un tema puntual del jardín y confirmamos que el equipo educativo está siendo idóneo con el cuidado de nuestro hijos, entonces hay que plantear qué puede estar ocurriendo a nivel social, familiar o ambiental, cómo está siendo el acompañamiento de los padres en el ámbito educativo.
Hay que trabajar mucho con los papás, con quien lleva al chico al colegio para entender cómo son las actividades en casa y sugerir como ayuda, por ejemplo, incorporar actividades lúdicas.
Hay que entender además que no todos los colegios, grupos o jornadas escolares son para todos los chicos. No hay que estigmatizar, sino tratar de ver caso por caso sin comparar, sino acompañando la diferencia.
“Mi hija entró llorando y parte de mí llora con ella”, cuenta Sofía, mamá de Carmela de sala de 3. Lo primero que podría aconsejarse a esta mamá es indagar el motivo. Quizás las personas más pertinentes para consultar son los docentes o el personal del centro educativo que observa el comportamiento cotidiano del niño para analizar cuál es su dificultad: despegarse de la mamá cuando está por entrar al jardín pero una vez que ingresa no hay problema; a partir de determinada hora de la tarde se cansa y llora; permanece toda la jornada manifestando angustia o enojo; cómo se comporta con sus pares; adaptarse a las tareas que le piden.
Es decir, hay que encomendarse a la minuciosa tarea de indagar dónde surge la problemática.
Los profesionales de la salud sugieren atender también la parte emocional de la familia del niño, porque ellos les transmiten sus emociones a la hora de ingresar al colegio, porque lo que su entorno familiar le transmite, es lo que el niño expresará en su jardín.
“Una consideración a tener en cuenta es pensar qué me pasa a mí mamá cuando lo dejo en el colegio o cuando hace una rabieta cómo reacciono, si siempre pienso que la responsabilidad es del colegio o tengo que responsabilizarme y alentarlo a adaptarse”, explica la Lic. Graciela Galeano de la Fundación PROSAM (Programas para la Salud Mental).
La orientación es acompañarlo y ayudarlo, no sacarlo del ámbito educativo porque no quiere ir, sino incentivarlo a que pueda compartir y aumentar su vida social.
“Recomendamos un espacio de orientación a padres donde se les brinde nuevas herramientas para generarle al niño más conductas de autonomía y favorecer su independencia.
Hay que conversar con esta familia, preguntarles qué ocurre cuando dejan al niño al cuidado de otros, consultarle a la mamá qué le pasa cuando tiene que dejar al niño en la escuela: si siente culpa o si lo deja con angustia”, aconseja la Lic. Tripicchio.
En este caso, lo primero que tiene que hacer la mamá es trabajar la culpa, acá no hay culpa, el pequeño manipula la situación porque sabe que siempre funciona, sabe que si llora su madre lo saca de la situación estresante.
“Debemos confiar en el lugar que elegimos para educarlos. Hay que confiar en el criterio de la docente que está instruida para saber resolver la situación con una mirada objetiva. Nunca un hijo nos va a dejar de querer por dejarlo en una sala de jardín, el querer pasa por otro lado”, explica decididamente la Lic. Tripicchio, de INECO.
Si al seguir indagando, la dificultad del niño está en el comportamiento durante la jornada escolar, en el adaptarse a cumplir con las reglas y normas del establecimiento, hay que trabajar sobre qué ocurre en la casa porque a veces hay ambientes familiares donde no se ponen límites y cuando el chico llega a la escuela se tiene que acomodar a las normas.
“Cuando son tan chiquitos, intento trabajar con el contexto ambiental, no exponerlos a un espacio terapéutico excepto que sea una situación muy puntual porque es usar un recurso para el que los niños no tienen todavía el desarrollo cognitivo necesario para aprovechar y puede ser mucho más beneficioso el trabajo que hagamos paralelamente con los papás y la escuela. Esto beneficia su adaptación a la situación que le está siendo problemática”, agrega la psicóloga Tripicchio.
Al continuar estudiando la situación, puede ser que se encuentre que el problema se relaciona con lo social, ya sea porque se trata de un chico que está aislado, no comparte, le cuesta jugar con otros, respetar los turnos o su manera de comunicarse es a través de la agresión mordiendo o pegando.
Entonces los expertos, sugieren conversar con el grupo familiar sobre lo que puede estar pasando: cómo es el comportamiento del chico en otros ámbitos, por ejemplo, para luego hacer un diagnóstico que permita dilucidar si corresponde a una situación patológica o responde a una situación socioambiental.
Lo cierto es que cuando hay una necesidad de salir a trabajar y dejar a los chicos en un ámbito educativo, los padres deben tomarlo con naturalidad y hacerles entender las actividades a las cuales ellos tienen que estar expuestos, sin forzarlos, sino haciéndoles comprender qué es lo que les toca hacer.
Se debe valorar que su integración al ámbito educativo va a contribuir a que los pequeños puedan sociabilizar mejor, fomentar conductas de independencia y autonomía, pilares indispensables para el desarrollo cognitivo, motor y del lenguaje de cada persona.
Por otro lado, los adultos deben entender que si los hijos permanecen demasiado tiempo en casa expuestos a la tecnología -algo inevitable en los tiempos que corren-, se los priva de estimular su desarrollo. Al dejarlos en el jardín, a los hijos se les hace un bien, generando conductas de desapego y de autonomía.
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