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El misionero con gigantismo que ganó medio millón en la tele
Sergio Daniel Gómez es de Candelaria y a los doce años ya medía 1,95 metros. A los 29, la historia del “hombre más alto de la Argentina” comenzó a rebotar en los medios cuando su altura había alcanzado los 2,20.
MISIONES Y BUENOS AIRES. Sergio, el hombre más alto de la Argentina, contó su dramática historia de vida. Padece gigantismo y en mayo pasado le descubrieron un tumor en la cabeza. Como parte del tratamiento, necesita aplicarse un medicamento que cuesta $100.000 y que su familia no puede pagar.
“Es una vida muy difícil. Ahora estoy haciendo tratamiento. En mayo me descompuse mal, y empecé a hacer tratamiento. Tengo hormonas de crecimiento, sigo creciendo. Se llama gigantismo”, dijo Sergio Daniel Gómez, un misionero de 33 años, que este miércoles participó de “Quién quiere ser millonario”.
Descubrió su condición a los 20 años. Entonces recibió la ayuda del recordado “Gigante” González, el formoseño que llegó al draft de la NBA a fines de los años ochenta, que luego se dedicó a la lucha libre y que finalmente murió en septiembre de 2010.
En el estudio lo acompañó Blanca, su pareja y “pilar”, con quien se casó hace dos años. Ella contó cómo surgieron las últimas complicaciones de salud.
“Yo trabajo y lo cuido… Cuando se nos descompuso y nos dijeron lo que él tiene, se me vino el mundo abajo. Sigue creciendo, las hormonas hacen que siga creciendo. Y él tiene un tumor grande en el cerebro”, dijo la mujer, quebrada en llanto.
Para que los médicos lo puedan operar, Sergio debe seguir un costoso tratamiento. Y el alto precio de una de esas drogas lo impulsó a participar del programa de Telefé.
“Una de las medicaciones que le tienen que aplicar para que puedan operarlo sale mucha plata. No la podemos conseguir”, comentó Blanquita.
“Es una inyección que no hay en el país, es de Francia. Lanreotide Autogel 120 miligramos. La necesitamos para que siga viviendo. Tres meses atrás, costaba 100 mil pesos cada ampolla, y él se tiene que poner una cada 28 días”, continuó.
Ese medicamento hace que se encapsule el tumor. Otra medicación hace “que se disuelva y se desinflame”. De esa manera, cuando el tumor se achique, los médicos estarán en condiciones de operarlo para extraérselo.
Blanca también abrió la puerta de su propia historia, en la que sufrió violencia de género
“Me quemó mi primera pareja, que es alcohólico. Empezaba a insultarme, les decía cosas a las chicas. Hasta que un día llego de trabajar y pasa lo mismo. Empezamos a discutir. Tenía una botella de alcohol en una mano y el encendedor en la otra, me decía: ‘Yo te voy a quemar la casa, con vos y las pibas adentro’. Y yo le decía: ‘Dale’. No sé cómo, pero en un momento me prendí fuego. Él dejó que me quemara. Una de mis hijas apagó las llamas. En el Hospital de Quemados me salvaron la vida”, relató.
Sobre su marido, aseguró: “Sergio me volvió a mostrar que puedo confiar en un hombre”.
“Cuando nos conocimos en el baile, jamás le pregunté cuántos años tenía. Parece más grande. Hasta que un día viene mi hija y me dice: ‘¡Mamá, vos te robaste de la cuna a Sergio! ¿Vos sabés cuántos años tiene?'”.
Blanca, que de lunes a viernes es empleada doméstica y los fines de semana trabaja como seguridad en un boliche, también reveló un detalle que muestra las complicaciones de salud de su marido.
Cuando se fueron a vivir juntos, compartieron la cama de siempre de ella. “Cuando hacía frío sobresalían sus pies… Me despertaba, envolvía su pie con una manta. O se tenía que cruzar”. Hasta que ahorraron para comprar un colchón especial.
Eso, sin embargo, no le puso fin a sus problemas. “Conseguimos comprar la cama grande, pero ahora le vuelven a salir los pies afuera, porque las hormonas lo siguen haciendo crecer”.
Para acercarse a los costos del tratamiento, Blanca recibe la colaboración de la empresa de seguridad en la que trabaja y de sus propios compañeros. Pero, como desde mayo Sergio no puede trabajar, todo se hace cuesta arriba.
“Todavía no se pudo dar ninguna inyección del medicamento que necesitamos. Entre todas las medicinas que está recibiendo, los estudios, los viajes en remís, es mucha plata. No llegamos”.
“A veces él me quiere bajar los brazos y me dice: ‘No quiero vivir esta vida’. No, vos sos joven, no podés bajar los brazos. Cuando nos casamos, nos juramos hasta que la muerte nos separe. Yo no voy a dejar que él se caiga”.
Finalmente, su paso por el programa les dio un alivio económico: se llevaron $500.000.
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