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Caramelos y viajes gratis: la historia de Daniel, un taxista diferente
El 21 de diciembre cumplió dos años su hijo Julián: ese día recibió el telegrama de despido. “No tenía tiempo para quedarme en la cama y me puse de pie”. Los primeros pasos y las ideas de un joven de 22 años ejemplar.
TUCUMÁN. “¡Hola, muy buenas tardes a todos! Hoy comienzo a trabajar de chofer de un taxi. ¡Estoy muy contento de comenzar y trabajar con mucha responsabilidad! ¡Y sobre todo mucho respeto! Agradecería que compartan mi número: 0381-153444250. ¡Estoy a su disposición! Gracias”. Daniel Rodríguez publicó este mensaje el 28 de diciembre acompañado de una foto: es él con los rulos que jura que no puede dominar, la cara de bueno que no se puede impostar, la sonrisa grande, la camisa blanca arremangada, el pantalón negro y su nuevo compañero de ruta, un Fiat Siena blanco a cuadros negros y amarillos con la licencia 7355.
Será el tono del mensaje, las palabras utilizadas, la alegría compartida, la simpleza de lo dicho, la dignidad de lo ofrecido, pero la publicación en Facebook se hizo viral entre los tucumanos y tucumanas.
En tiempos donde muchos se preguntan por qué los simples gestos son noticia, cuestionándose qué nos pasa como sociedad y otros ensayos sobre la condición humana, Daniel Rodríguez reconoce que le ha sorprendido la repercusión de su primera publicación: “Vivo en La Milagrosa, Banda del Río Salí. Mi primer viaje fue al centro.
Desde el primer momento compartí la alegría de haber empezado a trabajar con los pasajeros. Me llenaron de energía con sus deseos. Me ayudaban con las calles que no conocía. Y me alentaban después de contarle lo que me había pasado”.
El 21 de diciembre le pasó a Daniel Rodríguez lo que lamentablemente a muchos les pasó en los últimos tiempos: “Trabajaba como operario de Scania. Ese día cumplía años mi hijito de dos años, Julián. Justo ese día me llegó el telegrama de despido. Ya teníamos organizado un festejo humilde, pero fue un día difícil. Es muy duro quedarse sin trabajo, amigo. Pero no tenía mucho tiempo de quedarme en la cama deprimido.
Después de pensar mucho esa noche qué iba a hacer, hice un par de llamados y conseguí que me prestaran el taxi. Lo manejo todos los días de 19 a 7 de la mañana”.
Mientras Daniel recibía a cada pasajero con su mundo a cuestas, con sus problemas y con sus alegrías, asumió el título que todo taxista lleva en la billetera sin necesidad de haber estudiado: el de psicólogo al volante.
“Desde que manejo el taxi me pasan cosas increíbles todo el tiempo. Como te decía con el tema de la viralidad de la primera foto, me pasó que algunos pasajeros la habían visto y ya me reconocían. Como empecé a trabajar en vísperas de Año Nuevo, más allá de la locura de la calle, me tocó llevar a gente contenta por las Fiestas, pero también descubrí lo que es escuchar al otro que sube con sus problemas”.
“Las cosas que nos preocupan son las mismas en líneas generales: el trabajo, la salud de los seres queridos. Eso me ha pasado mucho: personas que tienen un familiar enfermo. Cuando suben, espero que ellos hablen si tienen ganas. No pongo música fuerte porque es molesto para mucha gente. Adelante llevo una caramelera con golosinas, le ofrezco un chupetín o un caramelo y mientras vamos conversando ya le cambia el ánimo, siempre con respeto, siempre con la esperanza de que el pasajero o la pasajera vuelva o me recomiende para hacer más viajes”, explica Daniel, antes de subirse al taxi.
Como muestra del entusiasmo y la dedicación que este joven de 22 años le pone a su trabajo, el 5 de enero compartió una idea: “¡Hola, muy buen día a todos! Quería comentarles a todas las personas que a partir de hoy estaré entregando este cupón ¡a toda persona que le realice un viaje superior a 100 pesos en el taxi! Consiste en lo siguiente: al sumar 15 viajes conmigo se ganará un viaje gratis al Cristo del cerro San Javier. ¡Muchas gracias!”. Lo explica Daniel, mientras Julián quiere agarrarle el celular y balbucea jocoso de fondo: “Se me ocurrió la idea del sorteo y, la persona que haga 15 viajes conmigo, se ganará inmediatamente un viaje ida y vuelta gratis al cerro San Javier. Yo subo con ellos, los espero arriba, quizás compartimos unos mates y después bajamos. Siempre pienso en ideas que beneficien al pasajero, o cosas distintas, lindas, que valgan la pena, y que hagan de mi trabajo, después de lo difícil que me pasó, vivir buenos momentos. De eso se trata. Nada más”.
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