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River no para: volvió a ganar de visitante y se metió la clasificación en el bolsillo

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Andá a discutirle a este River, algo más vistoso, con más violines que tambores, si no sigue siendo hoy el más copero de la Argentina. Andá a decirle que no mantiene esa mística, ese fuego sagrado que exige la Libertadores, si sabe cómo despertarse de un cachetazo inesperado, al minuto y en cama ajena. Andá a reprocharle a Alario, el goleador por excelencia, esa situación que se perdió a los 14 del segundo (ahí cuando parecía que el equipo de Gallardo dejaba pasar la victoria), si después define como define (con esa paz tan suya) esa bola caliente para sellar el 2 a 1. Andá a cuestionarle a Batalla que no da batalla para merecer uno de los arcos más grandes del mundo, si cuando el equipo lo necesitó, él puso los pies (sí, los pies), el cuerpo y el alma para evitar la derrota en esa triple tapada fenomenal ante Vides. Andá a sugerirle al hincha que no se ilusione con este equipo que ganó los dos de visitante, que es líder con puntaje ideal y que se anima a soñar con el Tetra…

En efecto, River ganó la Batalla de Guayaquil porque su arquero lo dejó con vida, sí, pero también porque tiene un animal del área como Alario. Capaz de meter ese cabezazo cruzado para el gol de Moreira (sí, hasta al paraguayo le hizo hacer un gol) en el final del primer tiempo, como de tener la pausa justa para no perdonar el error infantil de Mina en el final del segundo.

El equipo de Gallardo ganó básicamente por ellos, por las figuras que tuvo en las dos áreas, pero también por su búsqueda, por su inteligencia, por el peso específico de equipo. Esta vez no brilló, no lució, pero demostró que tiene el temple copero intacto, que sabe entrar y salir del barro, bancarse las patadas (los ecuatorianos pegaron y mucho) y dar vuelta un partido de visitante como lo hacen los grandes equipos cuando les falta el fútbol habitual: con autoridad, con decisión, con personalidad.

Anoche, ni Nacho ni Pity fueron lo que venían siendo, Moreira sufrió horrores con Preciado, Maidana durmió en el 0-1, Rojas estuvo desaparecido, Ponzio ganó y perdió, Driussi recibió (sobre todo faltas) más de lo que dio, pero River siempre estuvo al acecho, en partido, listo para dar el zarpazo. Por eso, lo pudo ganar antes: en esa que falló Alario o en esa que desperdició Casco, solo, de frente al arco.

Después, Gallardo aportó su parte, su olfato copero. Los cambios le dieron vitalidad, recursos y oxígeno al equipo. Al fin de cuentas, el 2 a 1 llegó porque Mayada pisó el área y sacó un derechazo tremendo (que tapó el arquero) y porque Mora fue capaz de oler el error del rival para darle una chance más al implacable Alario.

River es, desde ayer, el equipo más ganador de la Libertadores con 156 triunfos. No parece casual. Andá a discutírselo….

Olé

 

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