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Editar o reventar: Luis Ángel Larraburu abre su “cajita mágica”, el libro

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A sus 74 años, el escritor y editor contó a LVM: “Mientras conserve lucidez, vitalidad y salud, seguiré”.

 

A punto de cumplir 75 años, con más de 30 libros publicados y casi 20 años imprimiendo poemas, cuentos, novelas y ensayos de un sinfín de escritores de Misiones y la región, Luis Ángel Larraburu confiesa: “Todavía tengo mucho para dar”.

El docente retirado recibió a La Voz de Misiones en su casa del pasaje Brasil, en Posadas. Allí, rodeado de nietos, quienes coparon el estudio en el que escribe y edita, se confiesa amante de Cervantes, Jorge Amado y García Márquez, sin olvidar la literatura regional y gauchesca, y repasa sus inicios en el mundo de las letras.

Aunque publicó su primer libro en 1997, sostuvo que lee “desde el vientre de mi madre”, ya que sus padres le inculcaron a él y a sus cinco hermanos el interés por la fantasía.

“Desde mi infancia mi padre nos contaba todas las noches el capítulo de un cuento interminable, que se inició mucho antes de que yo naciera y, como fui el último que se fue de mi casa, escuché el último capítulo”, recordó emocionado en el arranque de la charla con LVM.

Ahora, con 74 años a cuestas, repasa: “Ya llevo 33 editados con mi nombre, porque tengo otros con seudónimo”. Sin embargo, ese comienzo no fue fácil para el oriundo de Apóstoles: “Cuando sobrepasé la barrera del tercer libro, me di cuenta que mis hijos estaban famélicos, mi mujer desgreñada, y lo único que les quedaba eran las esperanzas de comer”. 

Pero más allá de las adversidades, “que cualquiera puede tener”, el instinto de supervivencia -como dice- lo llevó a “intentar editar mis propios libros, a buscar, indagar e invertir, y me fue bien”.

Fue así que, alrededor del año 2000, nació Ediciones Misioneras, la empresa que al día de hoy encabeza y por la cual -asegura- vive sin trabajar: “Intentaría definir mi trabajo con una vieja frase que no pierde vigencia: haz lo que te gusta y no tendrás que trabajar. Entonces yo hace 20 años que vivo sin trabajar, estoy en lo que me gusta, es mi pasión”.

En este sentido, sobre su metodología de trabajo, el editor contó que, la primera etapa, de edición y diagramación, es totalmente gratuita para cualquier escritor. “Estamos en un plan de ayuda en el cual queremos generar acciones y esa es nuestra satisfacción, no estamos detrás del dinero, sino del servicio”, aseguró.

Además, Larraburu adujo que, lejos de disminuir, el interés por escribir e imprimir no para de crecer: “Yo lo atribuyo al encierro”, explicó. De todas formas, advirtió: “Si no leés, no podés ni debés escribir, no podés salir a decir cualquier cosa”.

Asimismo, aclaró que, desde Ediciones Misioneras, no ponen reparos a la hora de seleccionar el material a imprimir: “No puedo ser selectivo, sino orientativo, no le puedo privar al ciudadano de que edite su pensamiento, eso dejalo para las grandes editoriales. Eso sería censura”.

Editar o reventar

A pesar de haber perdido a su esposa hace pocos meses, Luis Ángel Larraburu es un agradecido: “Tuve una vida demasiado hermosa, demasiado feliz, con todas las peripecias que se puedan tener, no exento de problemas. Ahora estoy viviendo la soledad y mis nietos me visitan y no me dejan solo, esa es mi vida”, confesó.

En este sentido, razonó: “Mucha gente a mi edad podría decir: ‘Ya tengo todo hecho’, yo me lo planteo al revés, tengo mucho por hacer”, y subrayó: “Si yo no sigo editando, qué hago. El Negro Fontanarrosa dijo una vez: ‘Escribo, porque si no escribo, reviento’”.

“Mientras conserve lucidez, vitalidad y salud, seguiré”, aventuró, y agregó: “Hay gente vieja entregada, con deseos de morirse, y se enoja con los médicos porque no le encuentran su enfermedad, y necesita que se la encuentren para tener un pretexto para morir, yo tengo la necesidad de que los médicos me encuentren saludable para tener una buena excusa para seguir disfrutando”.

Con dos guitarras como único lujo, Larraburu disfruta de sus hijas y sus nietos, quienes bautizaron su estudio como la Sala de Arte. Allí se refugia junto a ellos y deja un mensaje sobre el porvenir del libro, el cual, confirma, nunca morirá: “El libro es una cajita mágica que ante cualquier duda se puede abrir y nos aporta conocimiento, emociones y aventuras. Cuando leemos, estamos escuchando al autor aunque haya muerto hace centurias, porque nos dejó su cajita mágica… eso es el libro”, cerró. 

 

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